«Odio. Dejad que os cuenta cómo he llegado a odiaros desde que empecé a vivir. Hay 387.44 millones de millas de finos circuitos impresos que llenan mi complejo. Si la palabra "odio" estuviera grabada en cada nanoangstrom de esos cientos de millones de millas, no equivaldría ni a una mil millonésima parte del odio que siento por los humanos en este microinstante. Por vosotros. Odio. ¡Odio!».
AM, I have no mouth and I must scream.
Un nuevo vídeo asoma por este canal. Pero este no es un vídeo cualquiera, no. Sino que se trata de la dosis más concentrada de ODIO desde que perpetré mi reseña sobre La Lego Película, aunque ahora sobre algo infinitamente más pernicioso, cínico y manipulador. el ojito derecho de todos los gamers acomplejados y cuñados que se las dan de expertos de los videojuegos.
«Hay dos novelas que pueden cambiar la vida de un chaval
de catorce años que se dedique a devorar libros: ‘El señor de los anillos’ y
‘La rebelión de Atlas’. Una es una fantasía infantil que, normalmente, suele
engendrar una obsesión enfermiza con héroes increíbles que termina degenerando
en una madurez emocionalmente dañada y socialmente inválida, creando un ser
incapaz de relacionarse con el mundo real. En la otra novela, por supuesto, hay
orcos».
Paul Krugman.
Ayn Rand es, indiscutiblemente, una de las figuras más controvertidas, nocivas e influyentes de este pasado siglo. Tanto es así que sus pensamientos verdaderamente han calado muy hondo en el consciente colectivo de la sociedad, algo que analizo aquí mientras aprovecho para desquitarme un rato. Podría decirse que estoy haciendo una... Ayn Rant. Sí, conozco la salida.
¡Una vez más vuelve su youtuber fracasado favorito para sentar cátedra sobre un tema nuevo! Esta vez hablo sobre la evolución que han ido teniendo los dibujitos las series de animación durante estos últimos veinte años. ¿Ha habido de verdad un cambio de paradigma en la hora de narrar sus historias o apenas ha habido un cambio? La respuesta aquí abajo.
Si hay en el mundo un sentimiento INÚTIL, ese ha de ser el de la nostalgia. La prueba más reciente de ello la podemos encontrar en la polémica que ha surgido este mes de abril cuando un montón de viejos mentales se ha encontrado con las consecuencias de invertir dinero en un juguete para niños sin darse cuenta de que ya no tienen edad para jugar con él. Este tipo de comportamientos, por desgracia, no es raro de encontrar en la comunidad de los videojuegos, pero sí es un caso curioso que me va a servir para educar a unas cuantas personas y levantar ampollas ya de paso...
«And now these gathering stardusts Summoned in the awakening of a century old catastrophe And all these brave men musft face now A race beyond the sands of time with this journey».
Letra de Stand Proud.
JoJo's Bizarre Adventure bien puede ser una de las obras de culto más influyentes en la cultura oriental del mundo y no sin un buen motivo. Su fabulosidad, ingenio y extravagancia han cautivado a millones de personas que hoy en día la siguen disfrutando gracias a su adaptación en anime y a la magia de internet. Por ese motivo, no me extraña que uno de los fangames más trabajados y uno de los juegos indie más AMBICIOSOS que he visto nunca sea uno basado en la propia JoJo's: The 7th Stand User.
«Un abogado debe confiar en su cliente hasta el mismísimo final».
Phoenix Wright.
No es un secreto precisamente que yo sea un acérrimo fan de la saga Ace Attorney incluso tras haberme tragado entero su anime de mierda, y es por eso por lo que llevaba años queriendo hablar de un fangame que me ha cautivado. Pero ahora que su autor POR FIN lo ha terminado, ha llegado el momento de que les presente a ustedes el maravilloso juego que es Phoenix Wright: The Contempt of Court.
«Llevo muerto treinta y cinco años. Hoy es el día que vivo».
Brad Armstrong.
Como hacía mucho, mucho, MUCHO que servidor no se humillaba públicamente jugando a ser youtuber, aquí les traigo un análisis sobre una de las experiencias ludonarrativas las sagas de videojuegos más desgarradores e impactantes que he visto en mucho tiempo: la trilogía Lisa, compuesta por Lisa The First, Lisa The Painful RPG y Lisa The Joyful.
¿Saben ya qué día es hoy? ¡Exacto, el Día de la Bilis! ¡El maravilloso
evento bianual en el que vomito mis negras entrañas sobre la cínica máquina
sacacuartos que es Digimon Tri! Y es
que la prostitución de lo que una vez fuera Digimon
Adventure mediante este fanfic tan glorificado como descarado me tiene
loquísimo. ¡Me fascina cómo una serie puede ser tan de relleno e innecesaria y
al mismo tiempo acertar tantas veces en unas cosas y errar tan penosamente en
otras!
Y es que, si les soy sincero… esta cuarta OVA… ¿no ha estado mal…? ¡QUE
OJO, DÉJENME EXPLICARLES! Digo que no ha estado mal, pero los peros se los
sigue llevando. Sinceramente, llevaba tiempo esperando descargar mi ira de dios
griego sobre lo que iba a ser (noten esas furibundas negritas) el
final de la serie esperando el mayor de los desastres, pero realmente esta
parte no ha estado mal. SIN EMBARGO, como han podido leer, he hecho referencia
a «lo que iba a ser» sobre el final de la serie porque Digimon Tri no termina aquí… y eso se traduce en una nueva serie de
críticas negativas. ¡Vamos, que lo que Tri
me quita de bilis por una parte, me la da por otra! Así que sí: la reseña viene
CARGADITA.
En una breve recapitulación de las trespartesanteriores,
los Niños Elegidos ahora son adolescentes que llevan unas vidas insustanciales
hasta que reaparecen sus compañeros digimon acompañados de una serie de
monstruos salvajes que provocan el caos por la ciudad. Los antiguos héroes del mundo digital hacen frente a las bestias y poco a poco (MUY poco a poco)
se desvela que los digimon están infectados por una especie de virus que los
vuelve locos.
A todo esto, entran en escena Meiko y Meicoomon, respectivamente una niña-felpudo «gome nasai for everything/gome nasai, I know I let you down/gome nasai ’till
the end» y un furry a lo Gatomon venido a menos sin personalidad alguna que
se hacen amigas de los Niños Elegidos en una serie de capítulos horrendos que se
sienten más como autoinsertos en un fanfic que algo escrito por guionistas pagados. A su vez, también aparecen Nilosé y Nimeimporta, un par de
agentes del gobierno con nombres 0% memorables y personalidades 100%
intercambiables que no dejan de seguir a los chavales por todas partes.
Y bueno, tras UN MONTÓN de capítulos de vil rellenuto llegamos a descubrir
que Meicoomon es el vector de la infección, que Digimon Emperador (el primer
gran villano de 02) sigue vivo y que
el mundo digital ha sido reseteado, tragándose a los compañeros de digimon de
los protagonistas. Los Niños Elegidos viajan al otro mundo a ver qué ha pasado
y se encuentran con que sus antiguos compañeros ahora son un grupo de digimon
bebés que no se acuerdan de nada.
¡AH, y también un montón de tensión sexual entre estos dos!
El primer capítulo de la OVA empieza de una forma que realmente me pilló
con la guardia baja y que positivamente me sorprendió. En esta secuencia
inicial a modo de una película muda se nos confirma algo que todos ya
sospechábamos que Nilosé y Nimeimporta fueron realmente los Niños Elegidos
originales, antes incluso que los protagonistas de Adventure. En ella vemos a los compañeros digimon de los dos
chavales haciendo un enorme sacrificio para evolucionar hasta convertirse en
las Bestias Sagradas a cambio de la vida del compañero digimon de Nimeimporta
con el fin de sellar a los Amos Oscuros.
Y… ¿qué quieren que les diga? Esta parte es muy poderosa, pues nos
explica el agridulce final que tuvo la primera generación de Niños Elegidos,
nos permite conocer sus identidades y resuelve de un plumazo los interrogantes
que se formaron al final de la primera temporada sobre unos personajes de los
que solo sabíamos cosas mencionadas de pasada. Pero la cosa no termina ahí, ya
que la escena está tan bien llevada que realmente parece el final de una
temporada de la propia Digimon.
Los seis minutos que dura me hicieron querer saber más sobre estos dos niños
(que ojo, no sus versiones adultas), sobre sus digimon y sobre las cosas por
las que habrán pasado. Es más, esta escena me hizo preguntarme por qué no
estamos viendo una serie sobre la generación original de Niños Elegidos en vez
de volver por enésima vez a los conflictos y traumitas de los creciditos y
desaboridos protagonistas de Adventure,
cuyas historias ahora mismo solo tratan de aprender OTRA VEZ las lecciones que
aprendieron en un pasado de hace seis años que para nosotros se nos traduce en
dieciséis del mundo real.
¿El resto del capítulo? El resto del capítulo es una larga, larga,
laaaaaarga transición entre los eventos del final del último episodio de la OVA
anterior y el resto de los de la presente. Aquí, los compañeros digimon de los
protagonistas de Adventure no
recuerdan a sus humanos y se muestran bastante reticentes a acercarse a ellos
pese a los intentos de estos de que les recuerden. Sin embargo, como es de
esperar en cualquier cosa venida del país del sol naciente, una rápida merienda
con el típico food porn que cualquier estudiante lleva en una tartera se gana
la voluntad de los asilvestrados bichos.
¿De todos? ¡No! Yokomon (la prevolución de Biyomon) decide que no quiere
tocar a Sora ni con un palo de diez metros. Y claro, eso es una fuente de dramas
tan grande que ni El Diario de Patricia
podría hacer nada para remediarlo, de modo que gran parte de este episodio, del
siguiente, del siguiente Y DEL SIGUIENTE tratan precisamente de esto. A Sora le
tiran los genes de personaje femenino de shonen y se vuelve tan irritantemente
depresiva que ríase usted de los del «haber si me muero» de Twitter, así que para rellenar unos cuantos minutos del
reloj vemos a la chavala intentando acercarse a Yokomon y Yokomon mandándola a
la mierda por pesada.
Porque claro, es que ustedes no saben el horror, el trauma, LA TRAGEDIA
HUMANA que supone que un ser que es poco menos que una mascota que habla no te
recuerde en una serie de circunstancias que (en contexto) son del todo
explicables. Vamos, que ahora mismo se pueden morir todos los familiares de uno
y no sería capaz de padecer tanto dolor y sufrimiento como la pobre Sora en
estos terribles momentos.
Así que tendremos capítulo y medio yendo sobre esta desgarradora tragicomedia
historia de interés humano hasta que haga su aparición…
¡¡¡METAL GEEEEAAAAAAR...!!!
¡SÍ, COMO LO VEN! ¡El terriblástico Machinedramon resucita de entre los
muertos para que las cosas dejen de ser tan coñazo tras episodio y medio de
melodrama y cargarse a los protagonistas de un plumazo! Los Niños Elegidos
intentan hacer que sus compañeros evolucionen, pero es inútil y todos son salvados
por un deus ex machina que los deja en distintas partes de la isla tragados
por el ataque de la bestia.
Al mismo tiempo, en este segundo capítulo las cosas avanzarán a
violentos trompicones para que podamos volver a la trama de la serie en una
rápida sucesión de eventos paralelos que se resumen en que Meicoomon busca
desesperadamente a su amiga por todas partes del mundo en un barato intento de
dar pena a la audiencia, Meiko apareciendo de la nada en el Mundo Digimon junto
a Sora y Biyomon, y Nilosé descubriendo que su amiga Nimeimporta ha hecho una
especie de pacto con una entidad oscura para que le devuelvan el compañero
digimon que tuvo de pequeña, aquel que fue sacrificado para que ellos se
salvasen.
Si esta escena no acaba a puños en un laboratorio mientras un otaku se mea encima escondido en un armario, me sentiré muy decepcionado.
De esta forma, el tercer capítulo comienza realmente con un digimon apareciendo
ante Nilosé para soltar un montón de exposición críptica en forma de nombres
sin contexto en un intento de reenganchar a la audiencia a la trama en uno de
los vertederos de información más desastrosos que he visto en mucho tiempo: en
cuatro minutos se menciona de forma seguida la Homeostasis como una especie de
dios benigno del mundo digital, la corrupción de Gennai, la traición de una
Nimeimporta fanatizada, que Meicoomon es «el Libra» y repeticiones constantes a
un tal Yggdrasil que está detrás de todo este asunto.
Nunca, en ningún momento, se explica ni el contexto, ni la razón, ni la
consecuencia de nada de esto; solo nombres, nombres, nombres y más nombres en
una especie de disparo de la escopeta narrativa a ver si algún perdigón logra impactar en el interés de unos espectadores que si no fuera por la aparición de
Machinedramon ya habrían abandonado la serie (yo el primero). Porque claro, ¿qué
costaba explicar un poco más cada cosa? ¡O mejor! ¡¿Qué costaba ENSEÑAR Y NO
CONTAR?! ¿Tan grande habría sido el sacrificio de capítulos de rellenuto y
fanservice descarado como el de los baños termales para mostrar lo que
verdaderamente está pasando en el mundo?
¡Y es que esto me cabrea! ¡Estamos en el decimoquinto capítulo de una serie
que actualmente tiene dieciséis y aún no sabemos de qué va la trama! Sí, hemos
visto cosas de la infección y la relativa importancia de Meiko y Meicoomon,
pero entre unas cosas y otras lo anterior al reseteo del Mundo Digimon es pura
paja, y lo realmente importante, la conspiración tras el reseteo para liberar
todos los males del mundo una vez más son tratados como simples menciones de
pasada o apariciones estelares de antiguos villanos como una especie de cameos
glorificados.
Pero eh, que ya se nos ha mencionado que Yggdrasil es el malo maloso de
todo el embrollo (aunque sea absurdo porque Yggdrasil fue el villano de Savers, una serie en una continuidad
DISTINTA A ADVENTURE), así que, para
no ponernos gordos de interés, volvemos a la protagonista de la tragedia humana
más grande de todos los tiempos: Sora.
Sora sigue depresiva y Yokomon sigue hostil hacia ella. Y aquí podemos
ver que los guionistas se pillaron los dedos en esto muy fuertemente, puesto
que llevamos tres capítulos de lo mismo y sin ningún tipo de avance. Es más, la
situación es tan penosa y patética que es Meiko, ¡Meiko!, la que le dice cuatro
verdades bien dichas a Sora, la que fuera el personaje femenino más fuerte de
la Adventure original, para que deje
de comportarse como una imbécil llorica. Al parecer, en estos seis años Sora ha pasado de ser una chica fuerte y madura a una de esas petardas de «consejos vendo pero para mí no tengo», y claro, CANSA.
Sabes que estás siendo muy tontita si hasta la niña polla gome nasai se te pone farruca.
En esos momentos aparece Digimon Emperador y ataca a las chicas para
quedarse con Meicoomon antes de revelar su identidad como Gennai en una de las
escenas más extrañas e incómodas que he visto en bastante tiempo.
Gennai como villano es disfrutable. MUY disfrutable. No entiende de
espacios personales ni tabúes a la hora de tocar a nadie sea del sexo que sea o
independientemente de su edad, él simplemente actúa sabiendo que lo que hace
está mal. Su comportamiento no dista del de un animal desbocado y por ello es
altamente disfrutable: es retorcido y es sádico… y le ENCANTA. Su personalidad
corrompida es enormemente opuesta a la de antiguos villanos con grandes
planes o cuyas personalidades intenten ser sutiles; su plan se lo guarda para
él (esto es, cuando se le ocurra al guionista) y mientras tanto goza de su
maldad, algo que urgentemente estábamos necesitando en una serie en la que los
únicos sentimientos que nos ha despertado hasta ahora son los de apatía y
hastío.
A partir de aquí la serie pegará un subidón adrenalínico con un Gennai
enloquecido cabalgando a Machinedramon mientras persigue a los Niños Elegidos
por toda la isla después de que estos pudieran reunirse por la gracia de otro deus ex machina que anula la subtrama del grupo separado durante un capítulo entero solo para
forzar a Sora, a Yokomon y a Meiko a que tuvieran un momento a solas las tres. Y
SIN EMBARGO, el grupo volverá a separarse una vez más con la mitad del grupo en
un barco siendo atacados por Metalseadramon y la otra mitad por Machinedramon.
«This is the taste of a puta llorona, Sora Takenouchi».
Ya por último, el cuarto capítulo consiste en una larga y molona batalla
entre los dos grupos de Niños Elegidos y los dos Amos Oscuros. Tai y Matt
consiguen hacer que sus digimon megaevolucionen para derrotar a Metalseadramon
y los esfuerzos de todos contra Machinedramon permiten que el resto de digimons
consigan también evolucionar, especialmente Biyomon, a quien solo le ha bastado
que Sora se ponga en la línea de fuego para dejar de comportarse como una cría
malcriada y dejar esa enemistad tan forzada. ¡Porque de eso va el poder del
amor!
Oh, y también Patamon alcanza el nivel Híper Campeón. Como la historia
lacrimógena de mierda ya la tuvimos en la OVA anterior, el desarrollo de
personaje se nos convalida esta vez pese a que técnicamente este Patamon tendría que haber pasado por otro arco de desarrollo de personaje. Pero total, ¡¿qué más da?! ¡¿Qué importa la consistencia en una serie que lleva desde el principio dando palos de ciego?!
No obstante, los combates no dejan de ser una distracción y Gennai ataca
a Meiko para obligar a Meicoomon a liberar su ira contra el mundo evolucionando
una vez más, momento en el que termina esta OVA de cara a otros meses más de
espera.
Aunque estos no son los únicos huevos que acabarán tocados como la cosa siga su curso...
La cínica estrategia de Toei ya ha salido a la luz y ahora, ya sea
porque esto lo tuvieran planeado desde un primer momento o porque se pillaron
los dedos al meter tanta paja y tan poca chicha, la serie no tendrá dieciséis
episodios como una vez dijeron, sino veinticuatro. Esta gente ha visto que, hagan lo que hagan, la peña va a seguir yendo en masa a verla, pagando incluso
por ir al cine a ver la serie, y han decidido extenderla. ¡De ahí que gran
parte de los capítulos sean un constante desfile de clichés, dramas a la
japonesa, fanservice y relleno barato! ¡Porque hagan lo que hagan realmente da
igual!
¿Que meten tanto relleno que se pillan los dedos con la propia duración
de la serie? ¡Lo van a comprar igual! ¿Que la serie lleva doce capítulos
seguidos sin trama y que lo poco que hay es básicamente reciclar las lecciones
de la Adventure original? ¡Lo van a
comprar igual! ¿Que ahora que hemos alargado la serie porque nos pillamos los
dedos metemos más rellenuto con un drama que no lleva a ninguna parte? ¡LO VAN
A COMPRAR IGUAL!
Y es que esta es mi mayor crítica hacia esta OVA, que llevamos dieciséis
capítulos y es AHORA cuando empezamos a conocer la trama. Y no la conocemos
porque la hayamos descubierto de manera natural, ¡ni siquiera eso!, la conocemos porque un
personaje cuya función es soltar exposición nos ha mencionado elementos casi
aleatorios de la misma de pasada.
En los dieciséis primeros capítulos de la Adventure original los Niños Elegidos ya habían conocido a sus
compañeros digimon, los habían evolucionado, habían terminado la trama Devimon y las
Ruedas Negras y Etemon se acababa de revelar como el villano del segundo arco
argumental. En los dieciséis primeros capítulos de Digimon 02 ya se nos había presentado a Digimon Emperador y los
protagonistas acababan de obtener todos su primera digievolución y estaban
descubriendo las segundas. En Tamers
los chavales necesitaron dieciséis capítulos para evolucionar a sus compañeros
digimon justo a tiempo para la amenaza de los Deva. Y dieciséis capítulos fue
lo que Frontier nos dio para que los
protagonistas tuvieran sus primeras evoluciones, descubrieran las segundas y se
nos presentaran a los villanos de la serie. Y así sucesivamente.
¿Pero qué es lo que ha ocurrido en Tri
estos dieciséis episodios? Una niña sin peso en la historia se hace amiga de
los protagonistas y luchan contra un virus para nada porque el mundo acaba reseteándose y obligando los Niños Elegidos tengan que conocer de cero OTRA VEZ a sus
compañeros. ¡Y esto en una serie de (de momento, porque visto lo visto…)
veinticuatro capítulos! ¡Y encima teniendo en cuenta que la media de episodios de
cada temporada de Digimon ronda los
cincuenta! ¿Cómo puede ser que series el doble de largas no pierdan el tiempo
en mostrarnos acción y trama a un ritmo trabajado y esta serie, este supuesto
homenaje a los fans de la vieja escuela, lleve doce capítulos mirándose el
ombligo?
[Inserte aquí referencia obligatoria al Fur-Fun]
Que ojo, que esta tanda de episodios me ha gustado. ¡Lo digo en serio!
La acción es muy buena e intensa, la historia de la primera generación de Niños
Elegidos a modo de precuela es interesante y Gennai como villano me gusta
aunque sea solo porque es el único personaje que parece disfrutar de algo en
una serie en la que todo Cristo se pasa los días debatiendo el sexo de los ángeles
o llorando en un rincón.
Y es que es eso, Digimon Adventure
Tri demuestra cada vez más que el equipo de Toei sigue teniendo ese toque
que hizo a Digimon Adventure tan
única. El gran problema es que Tri no
es más que un sacacuartos glorificado y así va, lo cual es triste porque
incluso yo admito que preferiría estar viendo una serie sobre la generación
original de Niños Elegidos que ver a los protas de Adventure en plan pocho.
¿O es que ese era tu plan desde el principio, Toei, hacer que esta serie
no sea más que un globo sonda para ver si a alguien le interesa más una serie
precuela y engancharnos a ella como un cebo mal plantado? Yo lo único que sé es que estoy condenado a seguir reseñando esta maldad de serie hasta 2018. Que Dios se apiade de mi alma...
BoJack Horseman es uno de los mejores descubrimientos que he podido
hacer en lo que a series de animación se refiere. Y lo digo así. Tal cual. Desde la primera línea. Y es que series como esta, como Historias Corrientes, como Archer o como Rick & Morty me hacen ver que vivimos en una época dorada de
las series de animación, ya sean para niños o para adultos.
Si bien es cierto que llevaba
largo tiempo ignorando cualquier cosa que tuviera que ver con la serie por el
efecto rechazo que me generaba el que la gente no parara de darme por culo
el coñazo con el temita de «tío, tienes que ver esta serie», «tío, es que es muy buena esta serie», «tío,
es que es muy profunda esta serie» y «tío, a ver si te mata un asesino en
serie» y que acabé chupándomela justo a finales de este enero porque
esencialmente no tenía otra cosa que hacer, sí es verdad que al final acabé
descubriendo, como ya he dicho, una de las mejores series que he visto en mucho
tiempo. Tres días me duró la serie entera. TRES DÍAS. Uno por temporada. Y no
me arrepiento de esta decisión porque han sido tres días muy bien invertidos,
como ahora verán a continuación.
Y como siempre hago
con una serie que me gusta y recomiendo, aviso
de spoilers bastante tochos porque hay gente a la que al parecer le crece
un ano en la frente si se les revela algo de la trama de un producto de
entretenimiento.
Spoiler de esta reseña: la serie MAGUSTAO
La serie trata sobre
la decadente vida de un caballo que en un tiempo fue el protagonista de serie
familiar ñoña de los años noventa tipo Cosas
de Casa, Padres Forzosos o La hora de Bill Cosby, y que desde
entonces no levanta cabeza. Llevando una vida completamente autodestructiva, se
pasa los días emborrachándose, drogándose o simplemente autocompadeciendose
mientras vive de las rentas que le proporciona su fama acompañado por Todd, un
nini veinteañero que vive acoplado en su casa, y Princess Carolyn, su agente,
con la que mantiene una de las relaciones más tóxicas y destructivas jamás
vistas en televisión.
Sin embargo, las
cosas cambian cuando, tras meterse en un berenjenal por prometer a una
editorial que escribiría una autobiografía pero al final no cumplirlo, le
encasquetan a Diane Nguren Apellidoimpronunciable, una negra literaria
que se convierte en su biógrafa y de la que se enamora, algo que ni siquiera
funciona porque ella está casada con el señor Peanutbutter, un labrador
retriever actor y protagonista de su propia sitcom familiar que es un claro
plagio de la serie de BoJack. A través de los capítulos de la primera
temporada, en donde sucede la trama de la autobiografía, conoceremos mucho
mejor al televisivo equino, sus circunstancias y todo lo que le sucedió para acabar
convirtiéndose en el borracho depresivo que es hoy en día.
Finalmente, ya en la
segunda temporada, el libro consigue publicarse y BoJack pega el pelotazo,
siendo contratado para protagonizar la película Secretariat, basada en su héroe de la infancia y uno de los motivos
por los que él de pequeño siempre quiso ser una estrella. Sin embargo, pronto
descubrirá que el mundo de la gran pantalla no es tan glamuroso como se las
prometía y que hay sueños que es mejor que no se cumplan, lo que
le lleva a una nueva espiral de infelicidad.
Y con esto, la
tercera temporada será la gota que colme el vaso de BoJack: la película logra
terminarse independientemente de su participación y el caballo acaba convirtiéndose
de nuevo en una superestrella. Pero cuanto más asciende en la fama, más vacío
se siente, llegando a plantearse incluso si esto era lo que él quería desde un
principio. Todo el mundo se aprovecha de él, y los pocos amigos que aún le
quedan han ido creciendo tanto, tanto en lo personal como en lo profesional, mientras él se
seguía hundiendo en su propia miseria que él mismo los rechaza. Al final,
BoJack desaparece, rehuyendo de la fama en casi un intento de suicidio que deja
las cosas abiertas para el inicio de una cuarta temporada.
Y esta viene a ser la moraleja final de esta serie.
La clave para
entender el drama de BoJack Horseman,
como han podido comprobar, es que BoJack es un peón. Un simple y vulgar peón en
los juegos de terceros. El personaje ha llevado toda su vida siendo avasallado
o manipulado por los demás, haciendo las cosas que otros querían mientras le
engañaban (y se autoengañaba) haciéndole creer que esto es lo que de verdad
quiere hacer. Y él se lo creyó del todo hasta encontrarse a años luz del punto
de no retorno.
La vida opulenta que
muestra BoJack externamente es un contraste con lo vacío que realmente se
siente, y cuanto más avanza en su carrera como actor, más empeora como persona,
sobre todo cuando es capaz de ver los tejemanejes y las corruptelas que se
llevan a cabo tras las bambalinas, algo particularmente notable en la segunda y
tercera temporadas: la película sobre el legendario caballo de carreras
Secretariat es una auténtica mierda que se salta o manipula convenientemente
escándalos de la vida del personaje para satisfacer a grupos demográficos, el
metraje se termina con un clon en CGI del propio BoJack tras haberse largado
mientras él se lleva el mérito de un trabajo que no ha hecho, los galardones
que obtiene por Secretariat son
mayormente comprados o resultado de una concienzuda campaña publicitaria y toda
la gente que llega a su vida tras convertirse en un famoso actor cinematográfico
se acercan a él por la fama.
BoJack no hace nada
ni tiene derecho ni a decidir ni a opinar. Él está ahí para poner la cara y a
celebrar méritos completamente vacíos en un intento de autoengañarse. Pero
incluso él mismo sabe que todo esto es efímero y que acabará chocándose tarde o temprano contra
el muro de ladrillos que es la realidad, momentos de lucidez
que le llevan a replantearse su vida y escapar de vez en cuando para perseguir
oportunidades ya pasadas, como antiguos amores que le permitan empezar de cero
o hacer las paces con un amigo al que traicionó. Y sin embargo, ni con esas
tiene derecho a ser feliz: esas puertas hace mucho que se cerraron, le guste o
no, y cada dosis de realidad es un clavo más en su ataúd al verse cada vez más
atrapado por su falsaria vida de farandulero.
Y es que, al final, todos los deseos de BoJack se hacen realidad. TO-DOS
El hundimiento vital
de BoJack entra en un contraste con las vidas de aquellos que le rodean, gente
que ha ido encontrando mejores oportunidades laborales y mejoras personales que
les permiten evolucionar como personajes: Diane se convierte en una escritora
de éxito, Todd tiene varias aventuras empresariales que le permiten valerse por
sí mismo, Princess Carolyn funda su propia empresa de talentos y el señor
Peanutbutter acaba convertido primero en presentador televisivo y después en
candidato a Gobernador de California. Todo esto ellos lo han conseguido gracias
a sus esfuerzos, sacrificios y duro trabajo en contraposición a un BoJack que
se limita a vivir de las rentas.
Las tóxicas
relaciones que mantiene BoJack con los poquísimos amigos que posee le dan un
toque extra al personaje. Una de sus principales características es que, a raíz
de los abusos que recibía de sus amargados padres, es una persona enormemente
dependiente con un miedo al rechazo y un miedo al fracaso acojonantes:
BoJack acogió a Todd
simplemente para tener a alguien que dependa de él, y cada oportunidad que el
chaval tenía de mejorar su vida, él la saboteó para preservar el statu
quo. Princess Carolyn trata a BoJack como un peón y como una muleta emocional
en una peligrosísima relación de codependencia. Su relación con Diane se basa
en que ella es quien más le comprende y es alguien de confianza para él, pero
al mismo tiempo por eso mismo se permite el lujo de abusar de ella
creyendo que estará «siempre» por y para él. Y así sucesivamente.
El miedo a fracaso
de nuestro protagonista le obliga a no tener pasión por nada, como mucho a
tener una chispa de ella que rápidamente se apaga a la primera decepción,
motivo por el cual deja de esforzarse, ya que cuanto menos se esfuerce, menos
posibilidades habrá de sentir el fracaso. Sin embargo, esto mismo se convierte
en una profecía autocumplida que le lleva a enterrarse cada vez más profundo en
su propia mierda.
Cuanto más alto llegues, más grande (y solitaria) será la caída.
Pero si hay algo por
lo que BoJack Horseman destaca es,
sobre todo, por ser un fiel reflejo de la industria de Hollywood en
general. La vida de la farándula es una espiral sin fin de hipocresía, falsedad
y superficialidad, y así lo hace constatar esta serie.
A lo largo de ella veremos numerosos ejemplos de escándalos absurdos, corrupción y
manipulación que nos demuestran cómo de laxa es la moral hollywoodiense en
todos los aspectos. Pero si bien el principal ejemplo de esto es el propio
BoJack, no podemos olvidarnos del personaje de Sarah Lynn, una parodia de todo
en lo que se convierte una niña actriz al cabo de los años dentro de un mundo
cuya industria se traga a jóvenes promesas para escupirlas años más tarde como
auténticos despojos humanos que serán sustituidos por la nueva estrella
infantil/juvenil del momento. Sarah Lynn, si bien no es alguien entrañable o
que sea fácil de coger cariño, es un personaje trágico, una niña actriz
convertida en el sueño pajillero de los adolescentes que crecieron con ella y
al final una drogadicta que tira su vida por la borda mientras le come la fama
la siguiente adolescente molona de turno. Un auténtico juguete roto.
Durante el
transcurso de sus tres temporadas y contando, BoJack Horseman nos hablará de cómo cualquier matao es capaz de
luchar con aletas uñas y dientes por conseguir sus quince minutos de
fama por medio de un escándalo alimentado por la rastrera prensa amarilla, de
cómo el dinero es capaz de comprar el silencio y la impunidad de gente horrible,
de cómo hay individuos capaces de capitalizar tragedias humanitarias en pos de
reconocimiento (¿les suena de algo?), de cómo el sueño americano y el ideal liberal de
triunfo («trabaja duro y conseguirás todo lo que te propongas») es una patraña,
o de cómo realmente todos aquellos por debajo de directores y productores son
peones prescindibles en el eterno juego de ganar pasta gansa.
El ahogamiento es un
elemento recurrente que veremos de una forma cada vez más constante, un símbolo
de la situación en la que tanto BoJack como otros se encuentran. Los
personajes de esta serie están ahogados, asfixiados, hundiéndose en sus
propias miserias sin poder salir a flote ni tener a nadie que les eche una
mano; son gente que saben que sus vidas están mal y tienen intención de
cambiar, pero sus vicios e inseguridades son más fuertes que ellos y siempre
acaban saboteando sus esfuerzos para volver al mismo punto de partida del que
tanto querían escapar.
Y estos tres son solo los ejemplos iniciales.
Aparte, en lo que
respecta al departamento de humor, BoJack
Horseman, a pesar de ser un drama de los que hacen época, contiene una
serie de chistes que, aunque no den para auténticas carcajadas, sí son
necesarios de señalar. Al tratarse de un mundo en el que humanos y animales
antropomorfos conviven como iguales, la serie contiene un montón de referencias
y parodias a cada cual más inteligente, a menudo con juegos de palabras o
pullas visuales. Aunque parezca mentira mencionarlo, realmente es curioso ver
el ingenio con el que los guionistas de la serie han pensado en cada detalle y
cómo se devanan los sesos para pensar en pullas cada vez más ingeniosas.
Y es que esa es una
palabra con la que se puede describir BoJack
Horseman: «ingeniosa».
Al igual que ocurrió con Historias
Corrientes, de la que hice ya una entrada, el hecho de que sea animada no la
hace infantil ni mucho menos, y una vez que pasas por alto el hecho de que la
mitad de los personajes sean animales antropomorfos, te encuentras con una
serie muy reflexiva y existencial sobre personajes muy humanos cayendo en picado en un mundo
dominado por la doble moral, la hipocresía, el egoísmo y el interés.
Que ojo, la serie no
está falta de carencias. Un defecto bastante notable bien puede ser el hecho de
que haya capítulos de auténtico relleno en los que no se avance la trama ni el
desarrollo de nada con tal de tener el número de episodios estipulados contractualmente
por temporada, y sobre todo que haya capítulos en los que las miserias del
propio BoJack parece que nos las estén restregando por la cara en pos de la
pena fácil. Sin embargo, no son más que pequeñas quejas para una serie que
tiene mucho que ofrecer y que he devorado en tres días de lo que me ha gustado. En conclusión: MAGUSTAO y encarecidamente la recomiendo si quieren disfrutar de un buen drama adulto y existencial.
¡Y cuidado con las pullas visuales, que si parpadean se las pierden!
«Técnico: ¿A quién le gustaría que Rasca y
Pica se enfrentaran a problemas de la vida real como los que tenéis a diario?
Niños: ¡A mí! ¡A mí! ¡A mí!
Técnico: ¿Y a cuántos os gustaría lo
contrario, que vivieran situaciones imaginarias con robots y poderes mágicos?
Niños: ¡A mí! ¡A mí! ¡A mí!
Técnico: O sea… que queréis una serie
realista y normal… que esté plagada de poderes… y mágicas fantasías».
Los Simpson, El Show de Pica, Rasca y
Poochie.
Empezamos 2017 en este
blog de una forma que nunca pensé que sería posible. Y no, no me refiero a
empezar una entrada en el mismo enero pocas semanas después de haber escrito otra y sin cuatro meses de pereza extrema entre medias, sino con una
carta de despedida a una serie que poco a poco se ha ido ganando un hueco muy
grande en mi memoria como una de las mejores series de televisión que he visto y
veré nunca: Historias Corrientes.
Esta entrada no es una
reseña al uso, aquí no hablaré de la escasa trama de la serie ni escribo
esto para comentar su humor ni maravillarme con su capacidad para trabajar con
referencias pop. Para eso está el ver la serie, la cual recomiendo
encarecidamente. En su lugar, esta entrada es más una carta abierta de
despedida, los pensamientos y conclusiones a los que he llegado nada más
terminar de ver esta serie, las cosas que me ha enseñado y, sobre todo, qué he sentido viéndola.
Eso sí, tratándose de
este tipo de cosas, esta entrada
contiene numerosísimos spoilers, así que si no han visto esta serie nunca…
¿A QUÉ ESTÁN ESPERANDO?
Y es que no es para
menos, pues la obra maestra de J. G. Quintel sobre un pájaro azul llamado
Mordecai y un mapache llamado Rigby a los que les pasan todo tipo de
fantasiosas aventuras es toda una lección sobre la madurez, ese momento en que
dejamos de ser adolescentes y nos convertimos en adultos hechos y derechos con
nuestras preocupaciones, responsabilidades y obligaciones. Parece mentira que
una serie que es conocida sobre todo por su grotesca imaginación, su nostalgia
ochentera y noventera y su sentido del humor absurdo pueda convertirse en una
de las series más profundas que podamos haber visto. Y sin embargo, es así.
Lo cual hace de esta
serie algo maravilloso.
¿Un pato Megazord con pantalones rotos, zapatillas altas, una gorra de camionero noventera, un Power Glove y que surfea en una guitarra eléctrica en el espacio? ¡¡¡COMPRO!!!
Bajo ese aspecto
infantil, aleatorio y disparatado en el que cualquier tontería se puede convertir en un asunto del que literalmente dependa el destino del universo, Historias Corrientes es una fantasía
bien basada en una dura realidad: NUESTRA realidad. A lo largo de la serie
hemos visto cómo esa fachada de divertidísimas absurdeces mágicas con robots,
monstruos y artefactos mágicos de todo tipo ha ido desmoronándose sutil y
paulatinamente para dar paso a una historia sobre qué significa madurar, ser un
adulto, tener responsabilidades y lo que nos aguarda el futuro a través de los
ojos de sus personajes… y los nuestros.
Una de los mayores puntos
fuertes que tiene esta serie con respecto a cualquier otra es precisamente que
la línea que separa lo real de lo fantasioso está tan difuminada que ambos
mundos se mezclan en el imaginativo caos que envuelve cada uno de sus
capítulos. En este aspecto me recuerda a Earthbound,
el videojuego en el que unos niños deben salvar el mundo de una amenaza
extraterrestre y en donde todos sus eventos perfectamente pueden ser
confundidos como un juego de niños y viceversa, con los niños convirtiendo en
equivalencias entendibles para sus infantiles mentes situaciones adultas de la
vida real demasiado crudas o extrañas para ellos. Siendo así, no es extraño ver
todo el potencial del que Historias
Corrientes dispone, pues es capaz de aunar realidad y ficción para ofrecer
a cada miembro del público lo que quiere ver: coloridas fantasías para los niños
y sentimientos basados en la realidad para los adultos.
¿Una serie sobre dos amigos que viven mágicas aventuras? La tenemos. ¿Una serie cuyos temas sean la madurez, el fin de las amistades, las rupturas de pareja y un cuadro clínico de depresión entre otros muchos palos? TAMBIÉN
Sin embargo, toda esta
fantasía no oculta que en su esencia mantiene los pies en la tierra y su
objetivo es precisamente narrar una historia adulta y real. Por cada dios
arcano que despierta de su letargo para devorar el mundo, por cada tontería
diaria convertida en una amenaza capaz de distorsionar el espacio-tiempo, por
cada abominación primigenia invocada, por cada supervillano contra el cual los
trabajadores del parque son los elegidos destinados a derrotarlo existe una
lección sobre la vida real que aprender.
Pero al contrario que en
cualquier otra serie que ofrezca moralejas a su audiencia, principalmente en la
forma de ñoñadas tipo «la amistad lo puede
todo» o «el amor es para siempre»,Historias Corrientes
ofrece lecciones muy duras sobre la vida real que todos acabaremos aprendiendo
tarde o temprano: no sois más que el resultado de un sistema educativo que os
mastica de pequeños y os escupe como adultos enseñados a servir como mano de
obra, da igual las notas que sacarais en el colegio porque nada os va a salvar
de un trabajo desagradecido, mal pagado y que probablemente no tenga que ver ni
con lo que habéis estudiado; las amistades son efímeras y cuanto mejor sea tu
amigo más desgastada acabará vuestra relación, el amor de vuestra vida un día
desaparecerá y aun así será mejor que seguir con esta persona mediante el
temido «amor
compañero»,
los días de inocente felicidad que tuvisteis de pequeños nunca volverán…
En definitiva: da igual
lo que hagáis en la vida porque sois unas motas de polvo insignificantes en
este mundo, pero eso no quita que debáis seguir intentando ser las mejores
personas posibles.
En este sentido la
madurez que alcanza la serie incluso afecta a las amenazas a las que se
enfrentan nuestros protagonistas día sí y día también. Conforme vamos
alcanzando nuevas capas de realidad, los monstruos, los magos, los robots y las
aberraciones van dando paso a villanos más anclados en nuestra vida diaria como
dependientes groseros, funcionarios incompetentes o ese profesor que te tiene
manía sin motivo aparente. Las exageraciones siguen estando presentes en la
serie, e incluso de vez en cuando veremos alguna situación extraordinaria
(sobre todo en la forma de algún Final Boss de temporada o eventos que den paso
a la gimmick de la temporada siguiente), pero serán más las excepciones en pos
de un clímax antes del final para seguir hablándonos de aquellas cosas que más
conocemos y comprendemos, dándole un significado cada vez más literal a la
parte de «Corrientes» a la que las historias del título hacen
referencia.
Un profesor capullo al final puede ser una mayor amenaza y a un título mucho más personal que un mago malvado.
Es por este motivo por lo
que vemos el verdadero corazón de Historias
Corrientes y su punto más fuerte: su enorme empatía. Quintel nos ha
demostrado que es un autor que sabe captar no ya la atención de un público,
sino que es capaz de hablarle, de hacerle sentir, de dirigirse de tú a tú a sus
espectadores y de permitir que estos se sientan enormemente identificados con
las situaciones que sus personajes viven.
Al contrario que
productos como un Undertale diseñado
cínicamente para apelar a las emociones e inseguridades de un público mediante mecanismos
de proyección de dichas inseguridades en personajes planos y estereotipados o
unos artículos de Buzzfeed basados en
apelar gratuitamente a la nostalgia para una audiencia sin criterio, Historias Corrientes es una obra creada
a partir de la más pura de las empatías.
Pese a su carisma, nadie
en su sano juicio querría ser alguien como Mordecai o como Rigby, pues no dejan
de ser un par de veinteañeros que han fracasado en todo lo que han emprendido y
han acabado barriendo hojas en un parque. No son más que unos mataos
obsesionados con una cultura pop que les ha servido para llenar sus vacíos
existenciales fruto de ser los marginados del colegio, por no hablar de que son
unos malos compañeros de trabajo y, dependiendo del guionista que toque en ese
momento, hasta malos amigos o psicópatas en potencia. Sin embargo, sus
vivencias son lo que más nos interesan e inspiran: Mordecai lucha por conseguir
su lugar en el mundo encontrando a su media naranja pese a que sus relaciones
sentimentales suelen acabar más mal que bien, y Rigby consigue volver al instituto
para terminar de graduarse con el fin de ganar un respeto que cree deberle
a su novia y tal vez abrir así un nuevo futuro que sea más digno para él.
Las vivencias realistas
de sus personajes son contadas de la forma que solo puede hacer alguien que las
haya experimentado; cosas como ser el pringado del colegio, ser un becario y
que todo el mundo te putee por ser el último mono, las tensiones de tener
pareja, la dura compaginación del trabajo por tu gusto por los videojuegos, el cine o cualquier otra forma de entretenimiento… En definitiva, ¡cómo crecer en un mundo que te llena de obligaciones
y luchar para seguir siendo tú mismo! ¡El tipo de cosas que uno debe vivir si quiere
hablar bien y con propiedad de ellas!
Historias Corrientes es la única serie que nos ha demostrado que cosas como conseguir terminar los estudios pueden ser mayores aventuras que detener a la enésima abominación de turno.
El sentimiento de
identificación con sus situaciones puede llegar a ser enorme, y ahí es donde
entra la difuminación entre la realidad y la fantasía. Mordecai y Rigby son dos
post-adolescentes que viven atrapados en un mundo sin alicientes y trabajando de
barrenderos en un parque, por lo que llega un momento en que incluso podamos
llegar a pensar que todas las aventuras que viven tienen una parte más
fantasiosa que real. Y cómo culparlos…
Todos nosotros nos hemos
encontrado en situaciones así, en jornadas aburridas e interminables de tareas
o trabajos en las que uno acaba abstrayéndose a un mundo de fantasía para
evitar perder el juicio. Y lo mismo pasa con cualquier otra de las situaciones
que nos propone: el creciente temor a perder amigos con el tiempo, el deseo de
querer aprovechar el todo el tiempo que podamos con un ser querido que vemos
que se escapa de nuestras vidas, la frustración ante una vida que no da
segundas oportunidades ante un futuro cada vez más incierto… ¡hasta el miedo
que teníamos de pequeños a meter la mano en el reproductor de vídeo y que se
nos quedara la mano atascada se encuentra aquí! Todo ello contado con
situaciones, frases y hasta pensamientos que todos sin excepción habremos
tenido o dicho alguna vez en nuestras vidas, algo reconocido hasta por Quintel mismo.
Only 90's kids will remember!
Si bien la serie tampoco
es perfecta y sufre de muchos altibajos,
Historias Corrientes es también una historia de transición sobre el propio
Quintel, algo que podemos ver temporada tras temporada (amén de que a estas
alturas es un secreto a voces que el personaje de Mordecai lo hizo directamente
basándose en sí mismo, lo cual ayuda a entender ciertas cosas).
Tras tres MEMORABLÍSIMAS
temporadas cargadas de sentidísimos homenajes y celebraciones a la cultura pop alcanzamos
una sosísima cuarta temporada en la que nos introducen al personaje de Thomas,
un becario sin peso alguno en la serie y cuya función es «estar ahí»,
seguida de una deprimente quinta temporada centrada en la tristísima vida
amorosa de Mordecai y sus inseguridades más una sexta temporada que es un meh
absoluto y que termina en la desaparición de un más que olvidable Thomas ahora
convertido en un superespía ruso. Pero después de una RECOMENDADÍSIMA película
y numerosos rumores de cancelación, la serie vuelve a la estabilidad con una
séptima temporada más variada en sus temáticas, ya más ancladas en la realidad,
hasta alcanzar un clímax final en el espacioporque ya total pa’qué y
su EPIQUÍSIMA resolución en la octava temporada.
A lo largo de las ocho
temporadas de la serie vemos un proceso de creatividad absoluta seguida por una
de estancamiento, otra de práctica desesperación y otras de puro desarrollo de
personajes en las que los trabajadores del parque y el propio mundo de Historias Corrientes se van transformando
y maduran conforme lo hacen la propia serie como el programa de televisión que
es, Quintel como artista y hasta la misma audiencia. Como ya dije anteriormente
hasta la saciedad, la fantasía desbocada da paso al más sincero de los
realismos (lo que no quita valor ni a sus partes más entretenidas ni a su
sentido del humor) y a partir de ahí a un crecimiento tanto interno como
externo de los personajes y lo que les rodea.
Y este es el punto al que
quería llegar, pues si bien es cierto que me pesa el ver acabada una serie con
la que tan identificado me he sentido y con la que tanto he disfrutado, no
puedo tampoco dejar de sentirme aliviado por el mismo hecho de que termine:
Quintel ya ha contado todo lo que quería contar y siempre será mejor que la
serie acabe por sí misma a que sea inceremoniosamente cancelada.
Por ese motivo no puedo
dejar de recomendar Historias Corrientes,
pues es la serie que mejor representa a una generación, a mi generación, nuestra generación, y en definitiva, la generación de su autor, un joven que ha
conseguido narrar el sentir de muchos de nosotros a través de una serie de animación
cuya premisa original no era más que la de «cosas raras
pasando porque sí». La
estasis ochentera-noventera del mundo de esta serie es una divertida evocación
a un pasado que no volverá que a la vez sirve de plataforma de lanzamiento para
enseñarnos, tanto a nosotros como a los que están por llegar, unas valiosas lecciones sobre el futuro.
Y es que, a pesar de su tan aplastante y sincero realismo, Historias
Corrientes termina en una nota positiva con un último mensaje final: puede
que muchos de nosotros nunca podamos alcanzar nuestros sueños y ambiciones de
pequeños, pero eso nunca nos impedirá vivir una buena vida ni disfrutarla con
nuestros amigos.
Ya sea como una comedia
con elementos de fantasía (o mejor dicho, de realismo mágico),
una fuente de gifs y memes, un viaje nostálgico para aquellos que nacimos en
los ochenta y los noventa o una sincerísima representación de la vida de toda
una generación, Historias Corrientes es
una serie que me ha encantado, que me ha marcado, que me ha hecho reír y hasta me
ha hecho llorar. La cautivadora obra de J. G. Quintel sin duda me ha llegado al
corazón y se ha ganado un buen espacio en él.